Se debe librar a la educación de la vulgar politiquería.

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Del editorial de Abc Color

La educación paraguaya va de mal en peor. Es lo que surge comparando entre sí los resultados de las pruebas realizadas en 2015 y 2018 por el Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (SNEPE). En las de este último año fueron examinados los conocimientos en matemática, comunicación castellana y comunicación guaraní de 364.000 alumnos del 3º, 6º y 9º grados de la educación básica y del 3º de la media, alcanzando la cobertura el 93% de los centros educativos públicos, privados y privados subvencionados. El resultado bien puede calificarse de dramático. En efecto, en ninguno de los exámenes se alcanzó el puntaje mínimo promedio de 550 y, para peor, los resultados fueron inferiores a los obtenidos en 2015. Entre 7 y 8 estudiantes de cada 10 no tuvieron el nivel mínimo de desempeño esperado, lo que implica que los frutos de la enseñanza impartida son paupérrimos. Se está “formando” una generación que carecerá de los saberes requeridos para progresar en el mundo contemporáneo, es decir, se le está privando de un futuro mejor.

La educación paraguaya va de mal en peor. Es lo que surge comparando entre sí los resultados de las pruebas realizadas en 2015 y 2018 por el Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (SNEPE). En las de este último año fueron examinados los conocimientos en matemática, comunicación castellana y comunicación guaraní de 364.000 alumnos del 3º, 6º y 9º grados de la educación básica y del 3º de la media, alcanzando la cobertura el 93% de los centros educativos públicos, privados y privados subvencionados. El universo fue así lo bastante amplio como para captar la imagen cabal de una situación que bien puede calificarse de dramática. En efecto, en ninguno de los exámenes se alcanzó el puntaje mínimo promedio de 550 y, para peor, los resultados fueron inferiores a los obtenidos en 2015, salvo los de comunicación castellana en el 6º grado. Entre 7 y 8 estudiantes de cada 10 no tuvieron el nivel mínimo de desempeño esperado, lo que implica que los frutos de la enseñanza impartida son paupérrimos. Se está “formando” una generación que carecerá de los saberes requeridos para progresar en el mundo contemporáneo, es decir, se le está privando de un futuro mejor. El país todo deberá cargar con la triste consecuencia de haber dejado la educación en manos de corruptos, ineptos e indolentes.

El panorama surge aún más desalentador, ya que estos penosos resultados corresponden a clases presenciales de los alumnos, y la próxima evaluación debe hacerse sobre la educación virtual que se viene haciendo, lo que para muchos es un fracaso, ya que no todos los niños ni los maestros tienen los recursos (computadoras con acceso a internet, software y el indispensable manejo de estas herramientas) para mantener al menos un servicio educativo básico. Y con la incertidumbre de que los chicos regresen a las aulas el próximo año lectivo.

Como hemos subrayado más de una vez, no se trata tanto de falta de dinero como de una pésima gestión del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC). La Carta Magna prohíbe que los recursos destinados a la educación en el Presupuesto nacional sean inferiores al 20% del total asignado a la Administración Central, excluidos los préstamos y donaciones. Mal que bien, esta norma ha venido siendo cumplida, de modo que este año el MEC cuenta con 9,292 billones de guaraníes, la asignación más alta del aparato estatal. Aunque esta suma, similar a la de años anteriores, no equivalga al 7% del Producto Interno Bruto, recomendado por la Unesco, debería bastar al menos para que la calidad educativa sea hoy muy superior a la reflejada por el SNEPE. El simple hecho de que el ministro Eduardo Petta siga en el cargo, al que accedió sin tener la menor experiencia en materia educativa, es una clara señal del escaso interés que la clase dirigente tiene en la formación de niños y jóvenes. Muchos de sus miembros creerán que, tal como ellos, se puede llegar muy lejos sin necesidad de vencer la ignorancia. Empero, es obvio que una persona honesta, que no esté dispuesta a robar o a colgarse del saco de nadie para escalar posiciones, necesitará, tanto en el sector público como en el privado, tener un bagaje de conocimientos transmitidos por el sistema educativo.

Claro que los transmisores deben tener cierta idoneidad, algo que, en el Paraguay, no debe darse por sentado. Al contrario, la generalidad de los docentes se destaca tanto por su deficiente preparación como por su afán de ganar cada vez más, lo que no sería condenable si tuvieran méritos y aptitudes. Como ese no es el caso, resulta indignante que se movilicen en las campañas electorales internas de la ANR y que apelen a rutinarias medidas de fuerza para exprimir aún más a los contribuyentes, usando a los estudiantes como rehenes. Parece un chiste, pero en una autoevaluación realizada en 2017 y en 2018, o sea, antes de la segunda desoladora evaluación de los alumnos hecha por el SNEPE, 3.576 docentes, así como directores y pares académicos, estimaron que “se está haciendo un muy buen trabajo” (¡!), según informó hace una semana el Sistema de Acompañamiento Pedagógico (SAP). Más aún, la mayoría de ellos no se privó de juzgar su propio desempeño como “destacado” o hasta “perfecto” (¡!), tanto en planificación pedagógica como en práctica docente. El analista del SAP y consultor internacional Armando Loera no se atrevió a censurar tanta inmodestia, pero sí a sospechar que los indicadores fueron “muy elementales”, razón por la que sugirió que en 2021 o en 2022 se haga una nueva evaluación, mejor preparada. Los antecedentes hacen suponer que su rigor será cuestionado por los educadores y que el MEC les dará el gusto, entre otras cosas porque carece de autoridad por haber editado materiales didácticos con errores ortográficos y de concordancia, a fines de 2017 y a inicios de este año.

Habrá que poner el acento en la capacitación de los maestros, ellos mismos víctimas, en su niñez y en su adolescencia, de un deplorable sistema educativo. También han sido víctimas los padres de los alumnos tan mal preparados, lo que acentúa los nada sorprendentes resultados que han salido a la luz. La familia juega un gran papel en la formación, siendo de lamentar que, como reveló el SNEPE y era presumible, los estudiantes que tienen como lengua materna el guaraní y provienen de hogares pobres de zonas rurales de bajos ingresos tengan especiales dificultades a la hora de aprender.

Hay mucho que hacer al respecto. Si nada es mejor que una buena educación pública para garantizar la igualdad de oportunidades, la que hoy sufren los paraguayos solo contribuye a perpetuar o a agravar la desigualdad. Es necesario poner fin a este drama nacional, por el futuro de nuestros hijos y del país. No faltan diagnósticos ni recetas, sino la “voluntad política” de liberar a la enseñanza de los sinvergüenzas que la degradan en pro de la vulgar politiquería.