Sorprendentes revelaciones del secreto mundo de estos prestigiosos premios
- BBC News
Eran las 5 de la mañana y el silencio de la habitación donde Donna Strickland estaba profundamente dormida fue bruscamente interrumpido por el timbre del teléfono.
«Piensas que tal vez le ocurrió algo malo a uno de tus hijos o algo así».
Al contestar, una voz le dijo: «Por favor, permanezca en la línea para recibir una llamada muy importante desde Suecia».
«Recuerdo que agarré a mi esposo diciendo: ‘¡Dios mío. Son las 5:00 de la mañana. Es el 2 de octubre. Es una llamada de Suecia. Tiene que ser el premio Nobel!'».
Pero lo único que escuchó fue silencio. Esperó… y esperó…
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«Finalmente, después de 15 minutos, revisé mi correo electrónico y decía, ‘Por favor llámenos, estamos tratando de comunicarnos con usted’ y el email venía de la Real Academia Sueca de Ciencias. Así que llamé y me enteré de que sí, me había ganado el premio Nobel«.
Fue por un trabajo pionero sobre pulsos láser ultracortos de alta intensidad realizado por Strickland y sus colegas del Departamento de Física de la Universidad Rochester del estado de Nueva York, que se utilizaría en cirugía ocular correctiva.
Recibió el Premio Nobel de Física de 2018, que viene con un cheque por 9 millones de coronas suecas (US$1 millón) y una semana de las festividades más grandiosas de Estocolmo, que incluyen cenas muy elegantes.
«¡Estuve sentada entre un príncipe y un rey!».
Pero más allá del glamur y la ostentación de la ceremonia de premiación, ¿cómo se otorga el premio? ¿Quién decide quién es digno y quién no? ¿Es justo y transparente? ¿Tiene sentido? Y, al fin y al cabo, ¿qué ha hecho el Premio Nobel por el mundo?
El premio
Recordemos que el Premio Nobel fue establecido a principios del siglo XX de acuerdo con la voluntad de Alfred Nobel, un industrial sueco e inventor de la dinamita.
Hay cinco premios que honran a quienes trabajan en física, química, medicina, literatura y paz y que se considera que han otorgado «el mayor beneficio a la humanidad».
En 1968 se añadió un premio de economía.
Opiniones aparte, el Premio Nobel es realmente importante. En la mente de muchos, es el non plus ultra de los premios; no puede haber mayor elogio.
Como dice la historiadora de la ciencia, Ruth Lewin Sime, «un científico será recordado para siempre si está en esa lista de premios Nobel».
«Una de las cosas que hace el Nobel es que confiere una especie de inmortalidad. Es lo primero que se menciona una vez recibido el premio. Esa es la naturaleza, el aura que rodea a los Premios Nobel», explica.
La otra cara de la moneda es que su aura es tan poderosa que puede eclipsar a quienes no lo ganan.
«A medida que avanza la historia, cuando están en las sombras, gradualmente desaparecen, se vuelven invisibles».
Por eso es realmente importante que el Premio Nobel honre a la mejor ciencia y a los mejores científicos. ¿Pero es así?
Secreto
Durante años, la lista de personas nominadas para el premio fue de alto secreto. Solo se revelaba quién era el ganador.
Pero las reglas se relajaron. Un poco. Las nominaciones ahora se hacen públicas, después de 50 años.
No arroja mucha luz sobre decisiones recientes, pero le ha permitido a historiadores como Sime profundizar en el pasado.
Y desde que examinó los archivos, ha estado en una especie de misión de rescate para destacar el trabajo de una científica notable que el Premio Nobel rechazó: Lise Meitner.
A él, no a ella
Lise Meitner nació en 1878 en Viena.
«La suya fue una generación de mujeres a las que esencialmente se les prohibió estudiar y ser profesionales. Sin embargo, llegó a la universidad y su carrera la llevó a Berlín», señala Sime.
«Era jefa de una sección en el Instituto de Química Kaiser Wilhelm. Era una científica muy destacada cuando había muy, muy pocas como ella».
Meitner trabajó en estrecha colaboración con un talentoso químico Otto Hahn y, en la década de 1930, el par se incursionó en un campo completamente nuevo de la ciencia: la física atómica.
Se sumergieron en una intensa investigación del uranio, mientras el mundo a su alrededor se oscurecía.
«Los nazis se apoderaron de Alemania y, en 1938, al igual que un gran número de judíos y otros perseguidos, Meitner se vio obligada a huir. Dejó todo atrás: su trabajo, sus ingresos, sus amigos».
Tuvo que empezar de nuevo, en Suecia, a los casi 60 años de edad. Otros se habrían rendido, pero Meitner continuó su trabajo, junto con su sobrino, otro físico, y escribiéndole a Hahn a diario.
Después de solo unos meses, el equipo hizo un descubrimiento. Uno grande.
«El uranio se había dividido en dos y había liberado una enorme cantidad de energía».
Habían descubierto lo que llamaron «fisión nuclear» y, por extensión, la energía nuclear.
La enormidad del hallazgo se hizo evidente pocos años después, cuando la fisión nuclear provocó efectivamente el final de la Segunda Guerra Mundial, con el lanzamiento de las primeras bombas atómicas.
Ese año, 1945, el Premio Nobel de Química fue otorgado a Otto Hahn y… no a Lise Meitner.
¿Por qué no?
Razones personales
El responsable, dice Sime, tiene nombre.
«Para mí, para los historiadores que han estudiado esto y para los colegas de Meitner dentro y fuera de Suecia, la principal razón fue Manne Siegbahn».
Siegbahn había ganado el Premio Nobel de Física en 1925 por su trabajo sobre rayos X y era director del Departamento de Física del Instituto Nobel de la Real Academia Sueca de Ciencias, donde Meitner tenía una oficina. En el sótano, con acceso limitado a los laboratorios.
«No se llevaban bien«, afirma Sime.
«En Suecia, el prestigio de alguien galardonado con el Nobel es tremendo. Consigue una buena posición, financiación para su investigación, puede estar en un comité del Nobel, etc. Y Siegbahn de ninguna manera quería eso para Meitner, así que la boicoteó.
«Como el físico más influyente de Suecia, era uno de los cinco miembros del Comité que toma las decisiones del Nobel. Otros dos eran sus exalumnos. Con el comité dominado por Siegbahn, ella no tenía ninguna posibilidad».
Lise Meitner logró la fama en vida… o tal vez la infamia: se la conoció como «la Madre de la Bomba Atómica», un apodo que odiaba. Sin duda, hubiera preferido un Premio Nobel. Y recibió 48 nominaciones para que se lo dieran de otros científicos durante varias décadas. Fue en vano.
Pero su caso no es de lejos la única rareza en la historia del Premio Nobel.
¿Inmune a prejuicios?
«¿Errores del Nobel?… hay varios», dice el profesor Brian Keating, cosmólogo de la Universidad de California en San Diego, y subraya una de las victorias que pronto se hundieron en la obsolescencia.
«Gustaf Dalen, quien ganó el premio 1912 por propiedades de faros y boyas».
Descubrir cómo hacer que las luces de gas de los faros y las boyas se encendieran y apagaran era importante cuando se perdían muchas vidas en el mar. Pero… se vuelve insignificante cuando se considera qué más estaba sucediendo en ese momento.
«Se lo dieron siete años después del año milagroso de Einstein, cuando descubrió la teoría de la relatividad».
Uno de los mayores avances científicos del siglo XX, que transformó nuestra comprensión del Universo, la teoría de la relatividad no le valió a Albert Einstein el Premio Nobel.
¿Por qué diablos no?
«Sin duda alguna, hubo prejuicios en contra de él y su teoría», declara Robert Mark Friedman, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Oslo, Noruega.
«Era judío y socialista… era internacionalista y pacifista».
Friedman se ha adentrado en los archivos del Nobel para tratar de entender la decisión y dice que simplemente es imposible, que Einstein no recibió una evaluación justa e imparcial, a pesar de que muchos físicos internacionales destacados nominaron a Einstein por la teoría de la relatividad.
«Reiteraban que era el trabajo más importante en física desde Isaac Newton, comparaban a Einstein con Copérnico, insistían en que era incuestionablemente lo más significativo en física en años y por lo tanto debía ser considerado para un premio».
Pero la opinión de los miembros del comité del Premio Nobel era muy diferente.
«Las evaluaciones de la relatividad especial y general están escritas desde la perspectiva de que Einstein tenía que estar equivocado».
A pesar de la creciente celebridad de Einstein, los miembros del comité se mantuvieron firmes.
«Lo que dijeron en público fue que en última instancia la relatividad no era física. Trataba de tiempo y espacio, por lo tanto era metafísica. Y la metafísica es filosofía y la filosofía no es física. Entonces, ¿cómo podían darle un premio de física?».
Finalmente, Albert Einstein recibió el Premio Nobel de Física en 1921, no por su mayor descubrimiento, sino por un menos conocido efecto fotoeléctrico.
En décadas más recientes, el Premio Nobel ha sido criticado no tanto por a quién excluye, sino a quién incluye.
Paz a los hombres de buena voluntad
Alfred Nobel escribió en su testamento que uno de los premios a su nombre debería reservarse para la persona que más había hecho por «la fraternidad entre naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos permanentes, así como por la participación y promoción de congresos de paz y derechos humanos en el año anterior».
«Quería que los ganadores fueran defensores de la paz, tuvieran el coraje para luchar por lo correcto», dice la escritora noruega Unni Turretini.
Es probablemente el Premio Nobel más conocido, quizás un reflejo de los grandes laureados.
«Martin Luther King Junior, la Madre Teresa, Desmond Tutu, el 14º Dalai Lama, Mijáil Gorbachov…».
La lista de los grandes sigue y sigue.
«A veces lo hacen bien y seleccionan ganadores dignos».
Pero no siempre…
En 1973, el presidente de Estados Unidos era Richard Nixon y su asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger y el negociador principal de Vietnam del Norte, Le Duc Tho, recibieron el premio de la Paz por sus esfuerzos conjuntos para negociar un alto el fuego durante la guerra de Vietnam.
El problema era que no existía tal alto el fuego.
«Incluso después del anuncio del premio en octubre, EE.UU. bombardeó Camboya y el norte de Vietnam. Así que Kissinger claramente no era un defensor de la paz según los valores e intenciones de Alfred Nobel», recuerda Turretini.
Dos miembros del comité dimitieron en protesta y Le Duc Tho se negó a aceptar el premio.
¿Qué estaba pasando?
A diferencia de los otros Premios Nobel, el de la Paz se decide en Noruega, que en el momento de la muerte de Alfred Nobel estaba en unión con Suecia. En aquel entonces, como hoy, Noruega tenía reputación de defender la paz internacional.
Pero Turretini dice que otros motivos impulsaron la elección de Kissinger.
«Fue durante la Guerra Fría y los expertos piensan que debido a su vecindad geográfica con Rusia, Noruega estaba tratando de complacer y reforzar la alianza con EE.UU.».
Entonces, ¿quién exactamente toma esas decisiones?
Cinco noruegos, generalmente políticos activos o retirados.
Hasta algunas personas que forman parte de otros comités del Premio Nobel, como el virólogo sueco Erling Norrby, tienen sus dudas sobre el Premio de la Paz.
«El premio de la Paz es probablemente la parte más débil del testamento porque toda la responsabilidad recae en el comité», señala Norrby.
«No tienen a nadie a quien referirse. Y por lo tanto, ha habido altibajos, algunos difíciles de explicar: ¿cómo puedes darle un Premio Nobel a Barack Obama cuando apenas llevaba cuatro semanas como presidente?».
Expresidente de EE.UU.
«Realmente estaban enviando un mensaje. El gobierno noruego y el comité del Nobel habían demostrado en varias ocasiones su descontento con las políticas y acciones del gobierno de Bush; el premio para Obama decía: ‘este es el tipo de presidente que queremos de EE.UU.'», según Turretini.
Para ella, el Premio Nobel de la Paz se ha vuelto demasiado prestigioso y los cinco miembros del comité noruego dictan sus propias leyes.
«Creen que pueden tomar las decisiones que quieran y, como el proceso de selección, sus discusiones y notas son secretos por 50 años, sienten que no tienen que justificar nada».
En todo caso, no se puede negar que una gran cantidad de Premios Nobel, en todos los campos, no solo en la Paz, recaen en ganadores dignos… El premio no se ha vuelto tan grande por nada.
Pero ¿cómo se decide quién gana?
Entremos a la sala donde se toman las decisiones, de la mano de algunos de los que las han tomado.
Entre bastidores
«Hay muchas emociones y subjetividad y lucha por tu candidato», revela el virólogo Norrby, quien pasó años sirviendo en el comité del Premio Nobel de Medicina.
«Tienes que ser todo un estratega y tal vez incluso muy político, porque hay una sala llena de gente a la que le tienes que vender tu candidato favorito».
Por tanto, para ganar el Premio Nobel es fundamental contar con seguidores en el comité, como demostró el caso de Meitner e incluso de Einstein.
Además, subraya Norrby, «ciertos miembros tienen mucha más influencia que otros».
Pero ¿quiénes son esos grandes personajes que participan en esas peleas intelectuales en los comités de ciencia del Premio Nobel?
Número uno, la mayoría de ellos son suecos. Eso es porque el testamento de Alfred Nobel especificó que los miembros del comité deben provenir de una de las dos instituciones suecas eminentes: la Real Academia Sueca de Ciencias o el Instituto de Medicina Karolinska.
«Eso tiene la ventaja de que estamos en un rincón remoto del mundo, así que no estamos tan expuestos al cabildeo y la presión intensos que puede haber», señala Goran Hansson, secretario general de la Real Academia Sueca de Ciencias.
Pero lo que para unos es una virtud, para otros es un vicio. Hay quienes piensan que por su lejanía, los suecos no están en condiciones de juzgar lo que está pasando en este enorme planeta.
«Si nos fijamos en los premios que se han otorgado a lo largo de estos 120 años, es notable lo bien que se han recibido las decisiones», responde Hansson.
No siempre.
Palabras más, palabras menos
En 2016, Bob Dylan se convirtió en el primer cantautor en ganar el Premio Nobel de Literatura, para el asombro de muchos.
Sin embargo, de alguna manera no fue una elección tan inusual.
El secretario permanente de la Academia Sueca, que otorga el Premio Nobel, dijo que el cantautor había sido elegido porque es «un gran poeta de tradición angloparlante«… como lo han sido muchos de los premios de literatura.
De los 116 galardonados con Literatura, más de 100 han escrito en inglés y otros idiomas europeos, dejando a varias partes del mundo desamparadas.
«Hay al menos 22 estados nacionales árabes reconocidos, cada uno con su propio tipo de escritores para los que su idioma de expresión es el árabe», apunta Wen-Chin Ouyang, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.
Sin embargo, solo un autor que escribe en árabe ha logrado ganar el Premio Nobel: el egipcio Naguib Mahfouz laureado en 1988.
El comité dijo que sus 30 novelas y más de 350 cuentos sobre el amor, la sociedad y el paso del tiempo conforman «un arte narrativo árabe que se aplica a toda la humanidad».
El premio fue muy significativo pues «se reconoció que la literatura árabe es una literatura de clase mundial, y eso es importante: tiene efectos positivos para el resto del mundo», según Ouyang.
Pero ¿por qué tardó tanto un escritor árabe en ganar y por qué no ha habido otro más desde entonces?
Considera quién juzga el premio: 18 miembros vitalicios de la Academia Sueca. Escritores, lingüistas e historiadores escandinavos que en su mayoría necesitarán leer literatura árabe traducida… y eso es un problema.
«Algunas de las traducciones pueden ser académicamente precisas o correctas, pero no dan la sensación de belleza o fluidez del idioma original, y la mayoría de las traducciones son de calidad desigual», explica Ouyang.
Mahfouz tuvo la suerte de estar bien traducido, a diferencia de muchos otros.
Otros expertos que consultamos aseguraron que se están haciendo esfuerzos para ampliar el espectro del premio de literatura, pero el problema de las traducciones de mala calidad es difícil de superar.
Y la literatura no es la única área donde las barreras sistémicas e institucionales limitan el alcance internacional del Premio Nobel.
La élite
«El 90% de los premios han sido para Europa Occidental o América del Norte», subraya Winston Morgan, quien ha investigado la diversidad entre los ganadores del Nobel.
«El Nobel es el premio máximo para un científico, pero más allá de lo brillante que sea, si no tiene el entorno y los recursos adecuados, no va a suceder».
Y eso, dice, significa que «tiene que estar en Norteamérica o Europa Occidental: si no nació allí, tiene que ir».
Los Premios Nobel se agrupan en algunas de las instituciones del mundo.
Caltech, o el Instituto de Tecnología de California, cuenta con 74 galardonados. Y, sin embargo, solo ocupa el 8º lugar en la lista de instituciones que han obtenido el Nobel.
El número uno, con 160 galardonados es Harvard.
El top 20 está dominado por instituciones estadounidenses, con algunas europeas en la mezcla.
Goran Hansson, de la Real Academia Sueca de Ciencias, el organismo que otorga el Premio Nobel de Física, Química y el Premio Riksbank de Economía, reconoce el problema y dice que los comités intentan mitigarlo enviando invitaciones para nominaciones a todas partes.
«Nos aseguramos de incluir en la lista universidades de África, Asia y América del Sur para no tener un sesgo geográfico. Pero lo que recibimos de ellas es otra cosa.
«Los profesores de las que ustedes llaman universidades de élite se ocupan de nominar más candidatos que los de otras instituciones.
«Eso es algo que nosotros no podemos controlar«.
Esas universidades de élite de Estados Unidos y Europa Occidental se benefician de algo más: una especie de círculo virtuoso de financiación. Si cuentan con los recursos necesarios, puede permitirse realizar investigaciones que ganen premios, lo que atrae más dinero, lo que le permite realizar más investigaciones que ganen premios…
Entonces, ingresar a estas instituciones es absolutamente clave. Y eso es más difícil para unos que para otros.
Similar al mundo que juzga
Las estadísticas muestran la realidad de las cosas.
«En EE.UU. el 10% de la población es afroestadounidense, así que se esperaría que el mismo porcentaje, o al menos la mitad, de los más de 380 ganadores fueran negros -dice Morgan-. Pero solo han sido unos cuatro, tres de ellos de paz y uno de literatura».
Y ninguno en ciencia.
«Entonces, estar en Estados Unidos, no es suficiente».
Los críticos señalan que la falta de diversidad entre los ganadores del Premio Nobel también podría deberse a la falta de diversidad entre los jueces que los conceden.
El secretario general de la Real Academia de Ciencias de Suecia, Goran Hansson, acepta que sería ventajoso que el comité representara en un grado mucho mayor la diversidad del mundo sobre el que emite juicios pero como por regla sus miembros provienen del sistema académico escandinavo, no lo pueden forzar.
Y reitera que es crucial que sean nominados «todos aquellos que han hecho importantes descubrimientos» .
A pesar de todo…
Con todos los aciertos y desaciertos, preguntamos, ¿qué le ha dado el Premio Nobel al mundo?
«Quizás el aspecto más importante del premio es informar al público sobre los fantásticos descubrimientos que se están haciendo para inspirar a los jóvenes y para mostrarle a todos cómo funciona la ciencia y cómo gradualmente hace del mundo un lugar mejor para vivir», opina Hansson.
«Creo que eso es lo que realmente ha hecho Nobel: no es para ayudar al científico a hacer ciencia, sino para llevar la ciencia a la comunidad», concurre Donna Strickland, laureada en física.
«También impulsa a los científicos al éxito», declara el cosmólogo Brian Keating.
«Yo mismo he estado un poco encaprichado con el Premio Nobel, con el deseo de querer ganarlo, de lograr el nivel más alto de notoriedad e inmortalidad que se puede obtener en física, y formar parte de una cohorte muy exclusiva, poblada por personas como Einstein y otros.
«El premio Nobel proporciona una vía para que hombres y mujeres se arraiguen permanentemente en la historia de lo que nuestra especie es capaz de lograr«, dice Keating.
No obstante, señala, ya es hora de hacer algunas reformas «que son casi universalmente requeridas para que sea ese verdadero rayo de luz que Alfred Nobel tan noblemente quiso».
«El hecho de que no haya cambiado sustancialmente en 118 años es simplemente ridículo. ¿Qué más en la sociedad no ha cambiado en 118 años?».
Debía ser más transparente, sugieren algunos: ¿por qué tiene que ser secreto?, ¿Por qué no se puede publicar la lista corta de nominaciones? ¿Qué está tratando de ocultar el Premio Nobel?, preguntan.
«Si los evaluadores, los expertos con los que consultamos, supieran que sus declaraciones se harán públicas, no obtendríamos informes francos y honestos, y eso dificultaría mucho más la entrega del premio», responde el secretario general de la Real Academia Sueca de Ciencias, Goran Hansson.
«Por esa razón, tenemos que seguir operando con estas reglas de secreto«.
Así que hasta aquí llegamos: fisgoneamos tanto como es posible pero a menos que los funcionarios del Premio Nobel abran todas sus puertas, no podemos ir más lejos.