LA DELGADA LÍNEA ROJA

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Marito ha perdido lo que le restaba de su deteriorada credibilidad, haciendo que el otrora gracioso “desastre ko Marito” pasara, en términos huracanados, de uno moderado tipo 2 a uno catastrófico tipo 5 en los últimos veinte días.

Ni las destituciones que hizo, ni los nombramientos (muchos muy acertados, hay que decirlo), ni sus escasos defensores convocado$ en la plaza, ni el fallido intento de orar el Padre Nuestro parecen resultar suficientes para evitar la batahola generada a consecuencia de los desaciertos de su mismo gobierno, lo que le impide culpar a otros de su propia torpeza según aquel famoso adagio latino que dice “nemo auditur propriam turpitudinem allegans”.

Aunque parezca contradictorio, Marito llegó por mantenerse lejos de Cartes (en la interna colorada) pero también gracias a él (en las generales) no decidiéndose claramente qué línea iría a tomar para su gobierno, comenzando con un coqueteo con la oposición que lo llevó a visitar la sede del Partido Liberal y alejándose del cartismo que le reclamó, ya entonces, su desplante.

Iniciando con una expectativa menor que el gobierno del 2013 pero con importantes consensos, pese a la pesada mochila que podría significar su descendencia del primer anillo stronista, el mayor temor de la ciudadanía estribaba en su falta de capacidad y carisma para llevar adelante las reformas que el país necesita para transitar hacia la anhelada institucionalización.

Desde que comenzó su mandato la ciudadanía ejerció presión sobre el Ejecutivo pero en la misma o mayor intensidad lo hizo en el Legislativo (donde varios parlamentarios debieron renunciar o ser apartados de sus bancas) y sobre el Judicial, donde luego de muchos años se aplaudió la integración de reconocidos juristas a la máxima instancia, con una fugaz apertura hacia la transparencia que nuevamente reculó en los últimos meses.

En el plano exterior Marito empezó con el pie izquierdo a nivel regional al consentir la consumación del Acuerdo Macri-Cartes, pisando sus propias palabras durante la campaña interna donde desafiante, había advertido al mismo embajador argentino que rompería el acuerdo realizado a espaldas del Congreso y del pueblo.

Con el Brasil se mostró todavía más generoso, al punto de emocionarse cada vez que Bolsonaro le decía “Marito” y sin llegar a dimensionar las consecuencias que esta intimidad le traería, avanzó hacia la concreción de distintos acuerdos con una mirada de corto plazo, imaginando llevarse los laureles por impulsar determinadas obras y olvidando negligentemente que para Itamaraty, todo lo relacionado a Itaipú es cuestión de Estado, del nivel de importancia que él no le dio al nombrar a Alderete (cupo político) como director, cuando lo que necesitaba nuestro país era contar con un buen director paraguayo (perfil técnico) que comprenda la importancia de nuestras reivindicaciones para defender, también desde allí nuestros altos intereses.

Itaipú debería ser una causa nacional y como cabeza del ejecutivo, él mismo podría haber liderado la cruzada teniendo el respaldo de la ciudadanía en general que exige un trato justo para el 2023, pues nuestra postura lo es y contrariamente a lo que dijo, los paraguayos no pretendemos cobrar peaje, hacernos de los pillos ni avivados.

El pueblo paraguayo está atento y no aceptará de forma sumisa cualquier imposición, sea interna o externa que vaya en contra de los altos intereses de la Patria, que en el caso de Itaipú importa tanto a nuestra generación como a las futuras por su valor estratégico en el desarrollo económico nacional, retrasado en el pasado por acuerdos entre cuatro paredes que beneficiaron principalmente a unos pocos que crearon una nueva casta en detrimento a la entrega de nuestra soberanía energética.

Mario Abdo está en el Palacio de López pero no gobierna ni podrá hacerlo tal como están las cosas, pues su situación pende hoy de un único hilo que lo sostiene y se llama Horacio Cartes, la “delgada línea roja” de la que depende su futuro e infelizmente, también el nuestro.

Eduardo Nakayama (*)

(*) Abogado por la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay), egresado del CLE/IAEE (ex Colegio de Guerra), posgraduado en Dirección Estratégica por la Universidad de Belgrano en Buenos Aires (Argentina) y máster en Historia por la Universidade de Passo Fundo en Río Grande do Sul (Brasil)