LA CIUDAD DE ASUNCIÓN

CURIOSIDADES

Por Margarita Durán Estragó

Poco o nada recordamos a nuestra capital en un día como hoy, 16 de setiembre, en que se cumplen 477 años de la fundación del Cabildo de Asunción, hecho que elevó el Fuerte Militar a la categoría de CIUDAD.

El teniente de gobernador Domingo Martínez de Irala, tras ordenar el abandono del puerto de Buenos Aires, por la hambruna reinante, reunió en Asunción a los españoles que quedaron de la Armada de Don Pedro de Mendoza. Uno de los primeros actos de su gobierno fue la creación del Cabildo; el acta labrada en la ocasión, el 16 de setiembre de 1541 dio origen a su archivo administrativo, el que con los años se fue convirtiendo en el actual Archivo Nacional que también hoy está de cumpleaños.

UN POCO DE HISTORIA

Entre otros vocablos, Cabildo es sinónimo de junta, corporación y municipalidad. Se hallaba conformado por un ayuntamiento de personas elegidas para el gobierno de una ciudad; sus fines eran administrar Justicia y ordenar lo concerniente al bien común.

En España, esta institución tuvo antecedentes muy remotos; desde fines del siglo X los reyes le otorgaron fueros para facilitar el repoblamiento de las regiones conquistadas a los musulmanes, prerrogativa que le permitió ejercer amplias funciones judiciales y administrativas.

En la baja Edad Media llegó a su apogeo en los reinos cristianos, así los Consejos en Castilla y León, Cabildos en Aragón y Navarra y Consells en Cataluña. A mitad del siglo XIV el Cabildo fue perdiendo su carácter popular debido al afianzamiento del poder real; sus legítimos representantes fueron reemplazados por regidores designados por los reyes castellanos.

Cuando a fines de la Edad Media los Cabildos o Consejos de España se hallaban debilitados, su trasplante en América, en el siglo XVI, cobró fuerza y vigor por el constante enfrentamiento entre conquistadores, pues los vecinos de ciudades eran al mismo tiempo, fundadores de las mismas.

Al respecto dejó escrito Rafael Eladio Velázquez: “Los Alcaldes Ordinarios son jueces de primera instancia y las plazas de Regidores suelen recaer en vecinos espectables, caracterizados por sus servicios, abolengos o fortuna”. Debemos destacar además que el Cabildo fue el único órgano representativo que funcionó en América, a pesar de sus limitaciones. Asunción fue sede del primer Cabildo del Río de la Plata y el único enclave poblado de españoles durante casi 15 años, hasta el inicio de la expansión fundadora cuando surgieron los de Ciudad Real (1556), y Villa Rica del Espíritu Santo (1570), entre otros.

Cabeza del Cabildo y autoridad suprema de los pueblos fue el corregidor, sin embargo su rango no figuraba entre los cargos concejiles. Los alcaldes, que siempre eran dos, de primero y segundo voto, constituían la cabeza del Consejo, y su función privativa era la de administrar justicia, por eso portaban la “vara de la justicia”. Los regidores, como su nombre lo indica, administraban la ciudad, sus bienes, su policía, urbanismo, abastos y otros.

El oficio de alférez real fue de los más codiciados y era vendible, era el encargado de portar el pendón real en campaña, en la procesión de San Blas, patrono del Paraguay, y otras funciones importantes. El alguacil mayor fue algo así como el jefe de policía, a su cargo estaba el cumplimiento de las ordenanzas sobre seguridad pública y la custodia de reos confesos o presuntos; alguacil mayor fue Juan de Mena (siglo XVIII).

Entre los oficios extra capitulares se hallaba el de mayordomo de la ciudad: el que administraba los bienes del Cabildo bajo la vigilancia de este, sin cuyo mandato escrito no podía efectuar pago alguno; el protector de naturales o defensor de indios. El fiel ejecutor fue el encargado de reconocer las pesas y medidas utilizadas por los que vendían, y examinar si los géneros que daban eran justos.

El procurador de la ciudad debía ser el defensor de los derechos del vecindario aún contra el Cabildo, algo equivalente al Fiscal General del Estado. El escribano o fiel de fechos: lo que hoy son los secretarios y notarios públicos; a su cargo estaba asistir a las juntas, recibir los votos en las elecciones, escribir las actas del Cabildo y firmarlas después de los cabildantes, entre otros.

Fueron oficios considerados menores los de pregonero que lo desempeñaba un pardo o moreno; era considerado un mal oficio por tener que acompañar a delincuentes que iban a la horca; además, daba a conocer los bandos y “ordenanzas de buen gobierno”.

El verdugo: era el oficio más ingrato y a veces lo cumplía un sentenciado a muerte, a cambio de su vida. El portero, muy nombrado en las actas capitulares; también hizo de relojero desde 1773 en que se construyó una torre en el Cabildo para sostener las campanas y el reloj que fue de los jesuitas expulsos.

El alarife o maestro albañil, y para el final lo dejamos a nuestro personaje: el macero o portador de la maza, que siempre fueron dos. La maza era un atributo o insignia real que llevaba el macero para abrir camino a las autoridades en las grandes solemnidades. Consistía en un bastón de madera dura guarnecido de plata o hierro, como se puede ver en la imagen. El Cabildo de Asunción contó con maceros, aunque se desconocen sus inicios.

Es probable que este oficio lo hayan ejercido tardíamente; recordemos que el Cabildo no contó con casa apropiada para sus juntas sino a finales del XVI y una relativamente buena inaugurada en tiempos del gobernador Hernandarias, en 1609. Por tanto, resulta difícil creer que la ciudad, escasa de recursos económicos, haya podido cubrir en sus inicios gastos de indumentaria para maceros.

Al inicio de la conquista, el Cabildo no tuvo edificio propio y los ayuntamientos o sesiones se llevaban a cabo en casa del gobernador Domingo Martínez de Irala, ubicada junto a la barranca del río; tampoco había cárcel y los presos eran encerrados en domicilios particulares, asegurándolos con grillos y cepos.

La primera acta capitular que consigna una reunión celebrada “en su Cabildo y Regimiento” data de setiembre de 1578, lo cual hace suponer que recién en esa época el Cabildo contó con casa propia.

Tan precaria habrá sido su construcción que una década después, el procurador de la ciudad, Antonio de la Madriz pidió en junio de 1595 que se proveyera de los fondos de la ciudad “para que se hagan las Casas del Cabildo y Cárcel, porque es bien de esta ciudad”.

Todavía en 1607 la obra seguía inconclusa y ocupada por “guepedes” (huéspedes) motivo por el cual los cabildantes se reunían en casa del general Antonio de Añazco, situada junto a la Plaza de Armas.

Dos años después, Hernandarias informó al Rey acerca de la habilitación de las Casas Capitulares, así como del retorno a ella del arcón que guardaba el archivo de la ciudad. Es de suponer que la cárcel también volvió a incorporarse al nuevo edificio:

“Hasta ahora ha estado esta ciudad sin Casas de Cabildo a cuya causa ha estado el archivo desta ciudad en las casas que se metieron en el ínterin y que atento a que ahora están acabadas las Casas del Cabildo y hay comodidad donde puede estar el dicho archivo por tanto acordaron se traiga y se meta en estas casas donde esté en guarda y custodia”.

El Cabildo de Asunción se hallaba ubicado “desde tiempo inmemorial” junto a la Plaza Mayor, muy cerca de las barrancas del río. En 1640 se ordenó eliminar los corrales o cercos de las casas episcopales vecinas al Cabildo por robar espacio a la calle “por donde suben los gobernadores y obispos cuando llegan a la ciudad por el río”.

El suelo arenoso de la ciudad, la cercanía de las barrancas y las fuertes lluvias, sumados a la precariedad de la obra, hacían que el Cabildo demandara frecuentes reparos. En 1718 se pidieron indígenas de los pueblos vecinos para reconstruirlas, “especialmente los últimos cuartos que sirven de calabozos”.

En 1722, durante el gobierno de José de Antequera y Castro, el Cabildo presentó a las autoridades de la Iglesia una nueva solicitud de venta o trueque de las casas episcopales, por otra igual; este pedido, reiterado después de más de ocho décadas, prueba que aquella seguía siendo propiedad de la Catedral de Asunción.

Frente al Cabildo, en la Plaza de Armas o Plaza Mayor, se hallaba el Rollo, símbolo de la Justicia; allí se azotaban a los presos que según la ley, merecían escarmiento público. En 1768 se acordó levantar un nuevo rollo (yvyra pojokuaha) por encontrarse el actual en muy mal estado.

De tiempo inmemorial procedía la costumbre de vestir los cabildantes una capa negra; la suprimieron durante el gobierno de Pinedo debido a su alto costo (siglo XVIII). En adelante, los alcaldes y demás señores a quienes correspondía vara debían ir de negro cuando asistían como cuerpo y para lucir de gala en las fiestas de tabla vestirían chupa (camisa ajustada) y medias blancas, casaca y calzón negros, y cuando salían de particular debían llevar bastón.

Los miembros del Cabildo se reconocían como “Padres de la Patria” e iban precedidos de maceros o escoltas que portaban una masa o vara; vestían de damasco carmesí, con vuelos en las mangas. El Cabildo les proporcionó trajes nuevos con motivo de la jura del rey Carlos III, en 1790. Se aprovechó el damasco sobrante para confeccionar una carpeta para la mesa de la Sala Capitular. Pepevénte.

IMAGEN: Portrait de Charles Quint, Biblioteca Nacional de Francia / Conocido como Carlos I de España (1516-1556) y Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico (1520-1558), fue durante su reinado que la ciudad de Asunción es elevada a la categoría de ciudad.